“El deporte no es más que un paradigma de la vida, ¿no es así?. De no ser así, ¿a quién iba a importarle un carajo?. ¿Lo es la esgrima? Posiblemente el más romántico de todos los deportes es también el que estimula con mayor rigor el acto del homicidio armado. Desde el tercer milenio antes de Cristo el lenguaje ha estado lleno, en metáforas y aforismos, de imágenes de estocadas y tajos. Nos estrechamos las manos para indicar que no vamos a recurrir a nuestra espada; un caballero le ofrece a una dama el brazo derecho porque hubo un tiempo en que en su cadera izquierda había una espada; un abrigo de hombre se abrocha a la izquierda, de forma que un duelista pueda desabotonárselo con la mano zurda, la que no está armada. Los dos grupos principales de la Cámara de los Comunes están separados por la longitud precisa de dos hojas de espada; y en el armario de cada miembro del Parlamento sigue habiendo una lazada de seda de la que colgar la espada.”